





Tristeza
Aquello que no se puede representar es la tristeza mediante el rostro. Al menos eso es lo que pensaba Timantes, el famoso pintor griego del siglo V a.C.
Timantes pintó el Sacrificio de Ifigenia, una obra en la que debía asignar múltiples grados de dolor a los personajes que participan del hecho, desde el sacerdote Calcas con un semblante muy afligido; Ulises, con una expresión aún más triste que Calcas; el tío de la joven, Menelao, con la cara más triste que se pueda exhibir; hasta el padre de Ifigenia, Agamenón, el personaje al que Timantes debía otorgarle el mayor grado dolor y tristeza concebible, mayor que el de cualquiera de los representados anteriormente. Su conclusión fue que la representación de la tristeza mediante la figuración del rostro no expresa tamaño dolor. Según Plinio El Viejo, tras pintar el dolor de todos los personajes del cuadro, tras agotar todos los rasgos posibles de tristeza, el artista tapó el rostro del padre de la joven con un velo, incapaz de representarlo apropiadamente.
Lessing, en su análisis sobre los límites en la pintura y la poesía, plantea que la representación de un rostro triste conlleva la expresión de “contracciones siempre feas”, algo sobre lo que Timantes estaba al tanto cuando llevó al límite de la dignidad y la belleza algo tan horrible, y descartó por completo la posibilidad de atenuar esos rasgos de fealdad a través del ingenioso recurso de ocultar la expresión. Para Lessing, el mayor grado de belleza que puede alcanzar la fealdad es su ocultamiento, un sacrificio que Timantes hace para convertir la fealdad en belleza. Del análisis que hace el autor alemán, lo que más me interesa rescatar es la idea de que el artista debía “adivinar” aquello que no podía representar (“lo que no debía pintar lo hacía adivinar”).
A partir de esta célebre anécdota de la historia del arte, exploré secuencialmente el velo del dolor y un forzoso desvanecimiento de la figura humana. Hallé en este proceso cierta evidencia de que para sugerir un sentimiento triste parecería ser efectiva la sola formalidad de los elementos: una composición que tire hacia abajo, diagonales que indiquen decrecimiento, el valor bajo del dibujo. Aun así, la representación de un objeto decaído, arrastrado o colgado, o un cajón vacío, supone un ingrediente muy efectivo para transmitir no solo desde lo formal sino también desde lo representacional un sentimiento de angustia. Todo lo que indique el peso insufrible de la gravedad, todo lo que tienda a aplastarse y a tenderse en un plano horizontal o decreciente, parece eficaz para evocar el padecimiento y para esquivar el patetismo de los rostros.