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Pienso la pintura como una vasta llanura poblada de diálogos entre objetos, animales y personas que construyen un ambiente inquietante, donde abundan referencias pictóricas y literarias muy heterogéneas.
Mis obras son un territorio donde lo misterioso se descubre, no porque un secreto se revele, sino porque el misterio se vuelve observable y se duplica a través de la luz y la escena.
Cuando la fábula se camufla entre la fauna humana y la luz hace del abdomen de los ladrillos la temperatura de los cuadros, cuando el misterio fertiliza las incógnitas y la conducta de los objetos se aplana, la pintura de caballete se nombra a sí misma.
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